Decidí no mirar a otro lado
Permíteme que te cuente un cuento. Un cuento sobre valentía. La que se necesita para cuidar de la seguridad de un/a compañero/a. Una historia que nos pone nuevamente frente a la necesidad de atravesar miedos, para avanzar en la propia cultura preventiva y extenderla a los demás.
Por cierto, igual no es un cuento y se trata de una historia real. Júzgalo tú mismo/a.
——
“Manuel trabaja realizando el control de calidad de diversas piezas de chapa conformadas. Estaba una mañana en su puesto de trabajo, con su rutina diaria. Desde el lugar en el que se encontraba tenía una buena visión de toda la nave en la que trabajaba.
En un momento, Manuel levantó la cabeza y vio a un compañero que se preparaba para cortar una pieza con una radial. Estaba en una zona lateral, algo apartada, y aunque no podía verle del todo bien, algo le llamó la atención: no llevaba pantalla facial o gafas de seguridad, ni guantes tampoco.
Le cruzó por la mente la idea de que usar la radial sin la protección adecuada era muy arriesgado. No solo por las chispas o fragmentos que pudieran saltar, sino por el riesgo de que el disco se rompiera o se desviara. Sabía que un accidente con esa herramienta podía ser grave.
Recordó que recientemente había estado en una formación en la que entre otras cosas se habló de cuidar a los compañeros si los vemos en riesgo, y de cómo decírselo e influirle. Le vieron a la cabeza las cosas que se hablaron al respecto y las prácticas que hicieron.
Todos estos pensamientos, junto con la escena que estaba viendo, comenzaron a crearle inquietud e incomodidad.
¿Debía involucrarse? Pensaba ante esas sensaciones. Rápidamente surgían respuestas en su cabeza que le decían: ¡Ya habrá alguien al tanto! ¡El Encargado ya lo sabría o lo debería de saber! ¡Es él el que le tiene que decir! ¿Quién era él para decirle algo? ¿Cómo se iba a meter en un trabajo que no era el suyo? ¡Seguro que si le decía algo le respondería de malas maneras! Todos estos pensamientos cruzaban su mente a gran velocidad. Sin embargo seguía viendo cómo el compañero se preparaba para encender la radial sin protección, y eso no le dejaba tranquilo.
También se le ocurrió una alternativa intermedia. ¡Igual lo único que tengo que hacer es avisar al de seguridad llamándole por teléfono y así ya habría cumplido mi parte! De esta forma quizás podría acallar su inquietud. Pero no era así.
Si pensaba en hacer algo más directo, le preocupaba lo que le podría contestar, ya que igual no era bien recibido y encima no tendría éxito y la persona no se bajaba. Todo este dilema mental y los sentimientos que le generaba le estaba perturbando, y consumiendo.
Finalmente, sin saber de dónde salió el coraje, decidió que no podía dar la espalda a la situación y no actuar para ayudar a un compañero que iba a correr un riesgo. Aunque eso significara que pudiera no salir bien, según la respuesta. No se consideraba valiente, y no sabía cómo, pero había tomado la decisión de actuar. Esto le había dado mucha energía y se sentía transformado.
Se acerco rápidamente y le dijo:
—¡Eh, compañero! ¿Vas a cortar sin gafas ni guantes? ¿No ves que es muy peligroso? te puede saltar al ojo y se r muy grave? ¡No lo hagas! –
El otro se giró sorprendido y contestó – ¡Es solo un momento! ¡Tengo que hacer un corte rápido! ¡No pasa nada! Además, ¿tú qué pintas aquí?! ¡Tu vete a lo tuyo que yo ya controlo! Tú no eres el encargado, ¿verdad? Pues eso. –
¡Lo sabía!, pensó Manuel. ¿Porque me habré metido? Sin embargo ya no se iba a echar atrás. Pero ¿Qué más podía hacer? Entonces pensó en ser auténtico, ya que le había costado hacer lo que estaba haciendo. Así que le dijo:
– “Mira tío. Podía haber pasado olímpicamente y no decirte nada. Al fin y al cabo no es a mí a quien le puede pasar. Sin embargo cuando te he visto que ibas que ibas a usar la radial sin ninguna protección, me ha dado miedo. Porque sé que una proyección en el ojo, una rotura del disco, puede acabar muy mal. En un momento, un despiste, un fallo y se puede liar gorda.
No me he podido resistir a decírtelo y pedirte que no lo hagas, ya que no me gustaría que te pase nada y me daría mucha tranquilidad si te pones los guantes y las gafas o la pantalla. Un momento es suficiente para que pueda pasar y no merece la pena. –
Le miró y le respondió: – ¡Lo he hecho por ir más rápido! ¡Es solo un momento!¡ Y no me va a pasar nada! –
-Si, que pudiendo aprovechar el tiempo…y además tu confías en que irá bien – le respondió Manuel. –
Y continuó diciendo: – Mira, sé que puedes pensar que a mí que me importa, y que no va a pasarte nada. Pero si me he decidido a decírtelo, y meterme, es porque realmente me he dado cuenta de que me da miedo que pueda tener un accidente que podría costarte la vista. También que estoy dando el paso de cuidar de los compañeros, que antes no lo había hecho. No te puedo obligar, tan solo te pido que lo hagas pero con seguridad, aunque te lleve algo más de tiempo. –
Notó que su cara se relajaba algo y esbozaba una pequeña sonrisa.
-Bueno, ya veo que me quieres cuidar, y yo tampoco quiero quedarme sin algún ojo– respondió-. No me había parado a pensarlo tal y como me dices. Vale, te voy a hacer caso. Me voy a por los epis. Gracias, tío. –
-Perfecto. Muchas gracias a ti- le respondió Manuel.
Sintió alivio y alegría. Había merecido la pena hablar desde las tripas, pensó, y contarle como le afectaba su comportamiento, porque intervenía, y lo que le había costado decírselo. Y a la vez escucharle y entender que a veces, las supuestas prisas, el ser eficaz con el uso del tiempo, etc. pueden desvalorizar los riesgos.
Ese día, Manuel tuvo la valentía de traspasar sus miedos y hacer lo que tenía que hacer para cuidar de un compañero. Y hacerlo de una manera convincente, siendo honesto y escuchando.
La fuerza y el orgullo que sintió le ayudó a tomar la decisión de repetirlo cada vez que viera a cualquier compañero corriendo un riesgo.
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Puede decirse que las personas que traspasan sus miedos para arriesgarse en algo son valientes. Pero no es lo mismo hacerlo para correr riesgos en el trabajo – a lo que más que valentía yo llamaría irresponsabilidad – que hacerlo para poner en marcha el cuidado activo, aun cuando el entorno no lo apoye.
¡Necesitamos muchos/as de estos/as valientes!
En Osarten podemos acompañarte en el proceso de desarrollar la cultura de la seguridad, salud y bienestar en el trabajo, para desarrollar el cuidado activo. Si quieres más información no dudes en contactar con mi compañero Igor López (619288048; iglopez@osarten.com) o conmigo mismo Martín Silva (674966441; msilva@osarten.com).
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